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La moda: una posibilidad para el cambio de hábitos

La humanidad se ha preocupado por el cómo vestirse casi desde su existencia. Si bien en un principio la ropa fungió como algo práctico y necesario, el desarrollo de la civilización permitió que muy pronto tuviera una función decorativa y ante todo, expresiva; nos vestimos como somos, como queremos ser vistos.

El siglo XX consolidó a la moda como el arte utilitario que hoy conocemos, diseñadores como Chanel, Schiaparelli, Saint-Laurent institucionalizaron el vestir como un acto performático y comunicativo. Ahora, pienso qué usar antes de un evento importante o incluso, para el día a día.

La historia de la moda con frecuencia pasa como algo banal y hasta superficial, sin embargo, como todo arte utilitario, la ropa es parte de una época y tiene un peso significativo. No sólo en su función de reflejo, de espejo, que tanto se le atribuye al arte, sino también su influencia.

Basta recordar el ejemplo de la minifalda y su impacto social; es cierta la correlación entre la liberación sexual femenina y la moda de la minifalda, pero también es verdad que la minifalda llegó para generar cambios sociales. Hoy no faltan los ejemplos de elementos de empoderamiento femenino como las uñas largas, el cabello de colores o los mom jeans, entre otros que han sido mencionados por influencers y artistas.

El siglo XXI se ha vuelto la era de la comunicación, todo es inmediato y tenemos toda la información del mundo al alcance, en un contexto así, la ropa tiene un valor global que se expresa en la manera en la que se hace: una empresa española contrata costureras en Bangladesh para imitar diseños creados en Francia que venderá en grandes outlets de Estados Unidos, ¿les suena? Es la realidad de más de una marca de fast fashion que solemos consumir (H&M, Zara, Stradivarius, etcétera). Esta comunicación global también nos permite compartir gustos y crear a partir de ello, un ejemplo son los influencers que conectan con público de todo el mundo.

El siglo XXI no sólo ha traído influencers que expresan un cierto tipo de vida a través de la ropa (también, entre otros aspectos) y que es rápidamente imitado y asimilado, sino que la vida misma es ahora mucho más inmediata que antes. Piensa en cuántas veces y con cuánta frecuencia scrolleas en el celular, la rapidez con la que los ojos brinca de post a post, de imagen en imagen; pues con la misma aceleración nacen los deseos y las compras.

En resumen, que somos unos consumidores compulsivos (de lo que sea) y se lo hemos escuchado decir a nuestros padres, tíos o abuelos muchas veces, tal vez no directamente, pero sí a través de esas historias de zapatos o pantalones que duraban toda una vida.


Como resultado de este estilo de vida tenemos que: a mayor producción y necesidad de consumo, hay más competencia, los precios bajan, la calidad baja y así se compra más y más ropa cada vez de maneras más sencillas y con mayor variedad. Ante esto, las marcas de alta costura sobreviven imitando estrategias del fast-fashion (incluso en la producción), con la venta de perfumes o gracias a la población que es capaz de comprar sus productos de alta gama sin miramientos. Sin embargo, han debido adaptarse al contexto creando así una serie de eventos y colecciones casi express, hablamos de por lo menos cuatro desfiles de moda al

año: colección de primavera, de verano, de otoño, de invierno y no falta quien cree prendas para el entretiempo. La cantidad de ropa fabricada que se usará por muy poco tiempo es inmensa. Los documentales sobre este fenómeno abundan y no pretendo dar clases al respecto, es un fenómeno por todos conocido.


El mundo sufrió una desaceleración sorprendente a partir de marzo de este año, una cuarentena de quince días que duró meses y que parece seguir siendo infinita. ¿Qué pasa entonces con toda la producción fast fashion?, ¿qué hay de la necesidad de consumo?, ¿quién se va a comprar ropa para estar sentado frente a la computadora en videollamadas? Marcas tan importantes como Gucci y Versace han propuesto volver a lo simple, dos colecciones al año: primavera-verano y otoño-invierno. Otros tantos diseñadores bastante famosos han propuesto diseñar prendas que funcionen todo el año, por muchos años y casi en cualquier ocasión. También está el tema de las prendas convertibles, casas de Haute Couture como Mariana Baraza optan por crean vestidos que al quitar o agregar un elemento se transforman creando dos prendas en una.


Se ha hablado mucho de cambiar las cosas, de tomar este tiempo y a este virus como un “jalón de orejas”. Todo esto parecía tener sentido hasta mayo, después de todo, vestir a la moda no es una necesidad básica. Entonces comenzó la reapertura, la nueva normalidad y poco a poco llegaron las noticias de cómo las personas atiborraban los centros comerciales cuando se abrían buscando ropa. No tengo pruebas, pero supongo con mucha seguridad que incluso durante los momentos más álgidos del encierro hubo un aumento de pedidos en Shein y otras tiendas virtuales. ¿Realmente aprendimos algo?, ¿cómo responderán las casas de moda más adelante? Las tendencias para el otoño-invierno ya están aquí y es verdad, parece una vuelta a las prendas básicas, tal vez como un aviso o tal vez como una consecuencia, eso queda casi en manos del consumidor.


Por otro lado, en los últimos años se ha dado un fenómeno que es más congruente para quienes buscan un estilo de vida sustentable: la ropa de segunda mano y los bazares vintage. No es ninguna novedad, desde el 2010 el movimiento hípster se inclinó por esta modalidad que ahora es más promovida por grupos ecologistas. La ropa de segunda es ahora tan estimada que incluso puede llegar a costar lo mismo que nueva o más, si es una prenda vintage reparada. Es decir, que el verdadero problema sigue presente en esa necesidad desquiciada e inconsciente de consumo que no parece disminuir con nada.

Sin embargo, hay pequeños destellos de sensatez y modestia que se asoman, las propuestas de buena voluntad son muchas y es importante apoyarlas. La idea de rescatar prendas para darles un segundo uso es buena, volver a las temporadas básicas y a las prendas clásicas que no pasan de moda rápidamente también lo es, así como la elaboración de productos a partir del reciclaje, esto se ha puesto de moda sobre todo en tiendas locales de joyería y accesorios.

Procurar un estilo de vida más sustentable depende de nosotros, los consumidores y cada día hay más y más opciones, la moda no está exenta, sólo hace falta un poco de voluntad para buscar en los grupos de redes sociales que venden prendas de segunda o investigar sobre las casas de moda que nos gustan. A este esfuerzo, habría que agregar un poco de prudencia y tendremos el combo perfecto para ayudar al planeta y a nuestro bolsillo.






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